Como todo ingenio mecánico, su instalación y mantenimiento requirió de mano de obra especializada. Surgieron entonces los herreros mecánicos, que eran los encargados de su instalación y montaje. Esta debía ser muy precisa, para evitar al máximo las roturas que provocaba la fricción. Cuanto más se perfeccionaban estos engranajes, mayor era la profundidad a la que era posible extraer agua.
Con el impulso del combustible diesel primero y de las soluciones eléctricas después, la extracción de agua se llegó a multiplicar por tres y hasta cuatro. La sobreexplotación de los acuíferos desembocó en una intrusión marina, con la consecuente salinización de los mismos. Con estas circunstancias, la falta de rentabilidad de estas explotaciones y el resto de procesos típicos en cualquier zona rural en las últimas décadas, ligados al progresivo despoblamiento, al éxodo rural y a la consecuente ruptura del tejido social y productivo, la situación en Campos cambió drásticamente.