A partir de 1914, la instalación de molinos de viento en los pozos de Campos hizo posible la obtención de un mayor caudal de agua y a mayor profundidad. Este hecho fomentó la excavación de nuevos pozos hasta el punto de que, ya en el año 1941, se contabilizaban 557 molinos de Ramell en Campos, según notas del cronista oficial de Campos Miguel Roig Adrover. La consecuente posibilidad de explotar las fincas en un sistema de regadío marcó el inicio de un nuevo tipo de explotación agrícola-ganadera en Campos, en la que además de la huerta se podía disponer de mayor número de animales de granja.

Las vacas lecheras, que hasta la fecha habían tenido una presencia testimonial en el municipio, empezaron a aparecer a pequeña escala y enfocadas sobre todo a la elaboración de quesos.

La fundación de Can Moll “de sa llet”, en los años 40, marcó un antes y un después. Era una empresa familiar que recogía la leche directamente de los huertos (inicialmente en carro) y se dedicaba a la elaboración y venta de quesos y derivados lácteos. Con su presencia, empezó a tomar fuerza la explotación de ganado vacuno en Campos.

En aquella época un huerto que contara con 4 o 5 vacas lecheras era totalmente rentable. Basta imaginar que con un litro de leche se podía pagar una hora de trabajo de un albañil. Por comparar, hoy día se necesitarían alrededor de 50 litros, por lo que no es de extrañar que florecieran numerosas explotaciones familiares en fincas. Hasta la fecha, esas mismas fincas se habían dedicado a producir cereales de secano y arboles de frutos secos, de las que se obtenían  escasos rendimientos. A partir de los años 40, bastaba con excavar un pozo para pasar a tener una explotación rentable.

En los años sucesivos, Mallorca comenzó a abrirse a un nuevo sector incipiente: el turismo. Comenzaron a crearse infraestructuras, la sociedad se modernizaba y, en definitiva, se industrializaba la isla, saliendo de su aislamiento. Un progreso que también llegó a Campos a finales de los años 50 y especialmente en la década de los 60. En esa época, los molinos de ramell empezaron a ser sustituidos por motores diesel, que aseguraron una mayor extracción de agua.

A principios de los 60 se compró el primer tractor en Campos, máquina que permitía cultivar un mayor número de hectáreas. Por aquel entonces, se empezó a configurar una flota de camiones para transporte de animales y recogida de leche. Con la instalación de las grandes centrales lecheras, se aseguró el suministro diario a Palma de leche. También se repartía carne por toda la isla.

Las vaquerías existentes no paraban de aumentar el número de cabezas. Además, se trabajaba paralelamente en la mejora de la genética, mediante la inseminación artificial con el semen importado de toros de probada eficiencia. A la par, se crearon nuevas explotaciones de ganado vacuno lechero, en las que directamente ya se automatizaban los sistemas de ordeño y tratamiento de la leche.

En el año 1978 hubo un hito importante en Campos, ya que se creó la Fira agricola-ramadera de Maig, con el primer concurso Morfològic Nacional Selecta Reproductor Boví-Frisó. Esta fue una clara apuesta por potenciar la raza frisona en las ganaderías de Campos como gran productora de leche, con un certamen que aún perdura como evento central de la Fira de Maig.

Por aquel entonces, en terrenos con almendros, higueras, algarrobos o albaricoqueros se arrancaban árboles para facilitar las labores de las nuevas máquinas, convirtiéndolos en campos de alfalfa o maíz. Al mismo tiempo, otros terrenos con desniveles, que antes hacían difícil o imposible su irrigación,  se volvieron de repente productivos gracias a nuevas técnicas de riego por aspersión. Eran los años dorados de la economía de Campos, con alrededor de 600 fincas en explotación y una población estable de 7.000 habitantes.

En cualquier caso, se entró en un círculo vicioso, del que ya no se pudo salir. La rentabilidad se buscó en base al aumento de producción, sin prever que los precios de venta de mercado no subirían a la par que los costes. Además, antes de la debacle que sufrirían los pequeños productores agrarios prácticamente a nivel mundial, ya se había producido una merma en la calidad de los cultivos de ciertas fincas en Campos, provocada por la creciente salinización del agua de sus pozos. Con todo, ya se iba tomando consciencia de que se avecinaba un futuro complicado. Un progreso que resultó, a la postre, efímero para el sector primario de Campos y por el que se pagó un alto coste medioambiental.

Así las cosas, en la década de los 90 comenzó a echarse el cierre a las explotaciones conforme perdían su rentabilidad. Primero fincas pequeñas en régimen de alquiler o aparcería, seguidas de todas las que sus aguas iban alcanzando límites de salinidad intolerables para las plantas e improductivos para la explotación.

A día de hoy, sobreviven solo las explotaciones lecheras muy especializadas, con altos niveles de tecnología, bajo coste en mano de obra, elevado número de cabezas e importante selección genética. A grandes rasgos, son manejadas directamente por sus propietarios. Además han sabido encontrar técnicas y alternativas nutricionales para su cabaña, más allá de los sistemas de regadío utilizados antaño. De todos modos, su excesiva dependencia de los combustibles fósiles, el precio que reciben por sus productos y la cuota de mercado que representan (la leche vendida por la suma de todas las ganaderías de Mallorca apenas representa el 15% del total de la que se consume en la isla) les augura un futuro incierto, siempre condicionado por las ayudas europeas a través de la PAC que pueda recibir el sector.