En el año 1978 hubo un hito importante en Campos, ya que se creó la Fira agricola-ramadera de Maig, con el primer concurso Morfològic Nacional Selecta Reproductor Boví-Frisó. Esta fue una clara apuesta por potenciar la raza frisona en las ganaderías de Campos como gran productora de leche, con un certamen que aún perdura como evento central de la Fira de Maig.

Por aquel entonces, en terrenos con almendros, higueras, algarrobos o albaricoqueros se arrancaban árboles para facilitar las labores de las nuevas máquinas, convirtiéndolos en campos de alfalfa o maíz. Al mismo tiempo, otros terrenos con desniveles, que antes hacían difícil o imposible su irrigación, se volvieron de repente productivos gracias a nuevas técnicas de riego por aspersión. Eran los años dorados de la economía de Campos, con alrededor de 600 fincas en explotación y una población estable de 7.000 habitantes.
En cualquier caso, se entró en un círculo vicioso, del que ya no se pudo salir. La rentabilidad se buscó en base al aumento de producción, sin prever que los precios de venta de mercado no subirían a la par que los costes. Además, antes de la debacle que sufrirían los pequeños productores agrarios prácticamente a nivel mundial, ya se había producido una merma en la calidad de los cultivos de ciertas fincas en Campos, provocada por la creciente salinización del agua de sus pozos. Con todo, ya se iba tomando consciencia de que se avecinaba un futuro complicado. Un progreso que resultó, a la postre, efímero para el sector primario de Campos y por el que se pagó un alto coste medioambiental.

Así las cosas, en la década de los 90 comenzó a echarse el cierre a las explotaciones conforme perdían su rentabilidad. Primero fincas pequeñas en régimen de alquiler o aparcería, seguidas de todas las que sus aguas iban alcanzando límites de salinidad intolerables para las plantas e improductivos para la explotación.
A día de hoy, sobreviven solo las explotaciones lecheras muy especializadas, con altos niveles de tecnología, bajo coste en mano de obra, elevado número de cabezas e importante selección genética. A grandes rasgos, son manejadas directamente por sus propietarios. Además han sabido encontrar técnicas y alternativas nutricionales para su cabaña, más allá de los sistemas de regadío utilizados antaño. De todos modos, su excesiva dependencia de los combustibles fósiles, el precio que reciben por sus productos y la cuota de mercado que representan (la leche vendida por la suma de todas las ganaderías de Mallorca apenas representa el 15% del total de la que se consume en la isla) les augura un futuro incierto, siempre condicionado por las ayudas europeas a través de la PAC que pueda recibir el sector.