
El marger es otro ejemplo, aunque gran parte de estos profesionales pudieron reconvertirse y aprovechar el boom de la construcción, que en la isla demandó gente que supiera trabajar la piedra. También la figura de los placeros (placers), que van a vender al mercado los productos de la explotación, están en claro retroceso por la instalación de grandes superficies comerciales y los actuales hábitos de compra de la población. Al mismo tiempo, hubo otros más acordes con la denominación de artesanos, como fueron aquellos que fabricaban los collares para sujeción de los cencerros en las ovejas, en madera de almez. También los cencerros mismos, fabricados en chapa de hierro o las personas dedicadas al cordaje de sillas (cordadors).
Ya en el comienzo y mitad del siglo XX, centrados en la realidad específica de Campos, se puede hablar de unos oficios muy específicos. Con la necesidad de la excavación de pozos, apareció la figura del picador. Con la ayuda de un pico, una pala, un azadón y una espuerta, debía excavar un agujero no más grande de 1,50 metros cuadrados. Eso sin perder la verticalidad y a una profundidad suficiente como para llegar al agua subterránea (manualmente se consiguió llegar hasta los 50 metros de profundidad). Posteriormente, la llegada del compresor de aire facilitó en gran medida el proceso de picado de la roca.
El albañil (picapedrer) era el que se encargaba de colocar los travessers, unas barras que se colocaban transversalmente en el pozo cada 1,50 metros, fabricadas en madera de almendro. Hacían la función de escalera hasta llegar al agua, en donde también fijaba con una base de hormigón las bombas de pistón. Asimismo, la fabricación y colocación del molino de viento hizo que carpinteros y herreros, que ya poseían una habilidad demostrada, como la exhibida en la fabricación de las ruedas de los carros de tiro, se capacitaran y especializaran también para tal fin.
