La actividad agrícola-ganadera en la finca Son Lladó es una área productiva más de la misma. El objetivo es dar visibilidad a una serie de recursos y métodos tradicionales de gestión, a través de la actividad turística que también se desarrolla en la finca. Estos recursos son puestos en valor de forma natural, permitiendo que el visitante se integre en ellos y los conozca de primera mano, sabiendo que esos recursos están ahí siempre, independientemente de que haya turistas o no. Se trata de huir del concepto clásico de “musealización” de muchas granjas escuelas y agroturismos u hoteles rurales, dando a conocer la esencia del mundo rural mallorquín y campanero a través de experiencias auténticas y no empaquetadas.

Este proyecto de Ecomuseo Etnográfico del Patrimonio Rural no podía dejar de reparar en esta circunstancia, dándole visibilidad al conjunto de razas ganaderas autóctonas que tienen cabida en Son Lladó. Para hablar de gestión sostenible en un territorio, procurando un equilibrio en el consumo de recursos, es imprescindible hablar de razas autóctonas, especies hechas por y para el territorio donde se asientan. Gestionan, aprovechan y devuelven en perfecta sintonía los recursos de los que se abastecen. Una sinfonía orquestada en muchos casos a lo largo de los siglos, que se enfrenta a los patrones modernos de productividad, donde la rentabilidad económica a través de una necesidad básica del ser humano, la de la producción agroalimentaria, ha sido el único guión.

Campos ha sido un ejemplo de ello. La floreciente industria ganadera en torno a las innumerables vaquerías que hubo en el municipio se desarrolló con la vaca frisona como estandarte, la “famosa” vaca de piel blanca y negra, originaria de Holanda. La frisona es conocida por ser una de las mejores razas productoras de leche, pero también es una gran consumidora de recursos, especialmente hídricos. Todo lo contrario que la vaca mallorquina, de capa color castaño, que varía del rosado hasta el casi negro. Es más rústica, fuerte, buena reproductora y con gran instinto maternal. Está adaptada a la alimentación disponible en la isla, aunque es mucho menos productora de leche y de menor planta, ya que el peso de las hembras adultas oscila entre los 300 y los 350 kilos.  A pesar de tener una presencia milenaria en la isla (según restos encontrados en los talaiots, sería superior a los dos mil años), la cabaña la conforman un número muy reducido de animales, siempre en peligro de extinción. De hecho, su presencia se ha salvado gracias a su uso en el control de la vegetación en zonas marginales de las montañas y de la albufera.

La vaca mallorquina tampoco es un referente estándar para la producción de carne, aunque la cría y engorde mediante pastoreo tradicional en su medio natural rural consigue resultados excelentes. En todo caso, es una raza única, si se valoran como pluses los aportes medioambientales, de conservación y la transferencia de todo ese saber hacer y equilibrio en la gestión de un territorio. Con todo, se pueden obtener productos agroalimentarios como símbolos identitarios de un lugar, en este caso Mallorca, así como de todos sus habitantes. En este sentido, la leche de la vaca frisona se produce y consume en innumerables sitios de todo el mundo en la actualidad. La carne de la vaca mallorquina sólo se produce en Mallorca, lo que podría ser un valor diferencial brutal, muy apreciado por la población local y los visitantes.

La vaca mallorquina no es el único caso. Hay más razas ganaderas como el porc negre, una de las razas ganaderas más antiguas de Baleares y el artífice de la auténtica sobrasada mallorquina. El porc negre estuvo a punto de desaparecer, ya que durante muchos años se mezclaron razas y se primaron variedades más productivas, perdiendo la esencia de uno de los productos mallorquines más emblemáticos. Por suerte, hoy su futuro no corre peligro ya que existe la voluntad de poner en el mercado un producto de alta calidad y garantía de elaboración. Esto ha consolidado la Denominación de Origen del producto “Sobrassada de Mallorca de Porc Negre”, gracias al entendimiento entre productores e industriales. Además, el auge de la raza se ha visto reforzado gracias a la mayor demanda comercial de la “Porcella de Porc Negre”, especialidad gastronómica de gran tradición en Mallorca y que nuevamente se ofrece en selectos establecimientos de restauración.

En todo caso, es la ovella blanca mallorquina el elemento central de la actividad ganadera de Son Lladó, de cuyo cuidado se encarga un ejemplar de ca de bestiar, una variedad autóctona de perro, muy ligado en Mallorca al pastoreo ovino. Esta tipología de oveja surgió fruto del mestizaje que conllevó el continuo tránsito comercial en el Mediterráneo a lo largo de los siglos. A diferencia de su prima hermana, la ovella roja mallorquina más delicada y destinada mayoritariamente a la producción de leche para la elaboración de quesos, la ovella blanca mallorquina es más rústica, vividora y la carne de sus crías es muy apreciada y característica.

Es una oveja que se cría fundamentalmente con métodos de pastoreo tradicional, ya que aprovecha sin problemas la vegetación espontánea, los rastrojos, hojas de los almendros, etc. Para poder planificar una producción de crías a lo largo de todo el año en una zona semiárida como es el sur de Mallorca, se depende también de los pastos sembrados, básicamente de cereales. Esto se hace tanto para su alimentación directa, como mediante la henificación y empacado para aporte suplementario en los meses de escasez de pasto.

Las razas autóctonas que el visitante puede conocer en Son Lladó se completan con las pertenecientes al grupo aviar. Un nutrido grupo de gallinas mallorquinas, junto con otro menor de aneras mallorquinas. En este último caso, se trata de una variedad de patos locales, muy típicos antiguamente en las fincas para consumo propio, que hoy lucha por no extinguirse para siempre. Además hay varias parejas de coloms que campan libremente por la finca.