El pagès o foraviler, que es como se denomina en Campos a la persona que trabaja la tierra y vive normalmente en la explotación, fuera de la villa, es el antiguo oficio relacionado por excelencia. En este sentido, los métodos de trabajo de la tierra y crianza de animales nada tienen que ver, en la actualidad, a como se hacían antiguamente.

En cualquier caso, vamos a centrarnos en los antiguos oficios vinculados a las prácticas agrícolas propias de la zona, bien en vías de desaparición o bien que hayan evolucionado en el tiempo. Tanto para mantenerse con la industrialización y modernización del campo o que hayan desaparecido de las explotaciones al dejar de ser viables.

Había multitud de trabajos que realizaban en su día jornaleros especializados, mano de obra que fue sustituida por la mecanización o que bien dejó de interesar por un cambio en las prácticas agrícola-ganaderas, buscando una mayor rentabilidad del sector. Por ejemplo, los segadores (segadors), los recolectores de almendras  (tomadors d’ametlles), las recolectoras de alcaparras (còllidores de tapères) o  los esquiladores de ovejas (tonadors). Incluso los matarifes de cerdos  (matancers) o pastores, tanto de ovejas como de cerdos (porquers) a la antigua usanza, en desuso por el cambio de hábitos en la población, podrían formar parte de este grupo.

El marger es otro ejemplo, aunque gran parte de estos profesionales pudieron reconvertirse y aprovechar el boom de la construcción, que en la isla demandó gente que supiera trabajar la piedra. También la figura de los placeros (placers), que van a vender al mercado los productos de la explotación, están en claro retroceso por la instalación de grandes superficies comerciales y los actuales hábitos de compra de la población. Al mismo tiempo, hubo otros más acordes con la denominación de artesanos, como fueron aquellos que fabricaban los collares para sujeción de los cencerros en las ovejas, en madera de almez. También los cencerros mismos, fabricados en chapa de hierro o las personas dedicadas al cordaje de sillas (cordadors).

Ya en el comienzo y mitad del siglo XX,  centrados en la realidad específica de Campos, se puede hablar de unos oficios muy específicos. Con la necesidad de la excavación de pozos, apareció la figura del picador. Con la ayuda de un pico, una pala, un azadón y una espuerta, debía excavar un agujero no más grande de 1,50 metros cuadrados. Eso sin perder la verticalidad y a una profundidad suficiente como para llegar al agua subterránea (manualmente se consiguió llegar hasta los 50 metros de profundidad). Posteriormente, la llegada del compresor de aire facilitó en gran medida el proceso de picado de la roca.

El albañil (picapedrer) era el que se encargaba de colocar los travessers, unas barras que se colocaban transversalmente en el pozo cada 1,50 metros, fabricadas en madera de almendro. Hacían la función de escalera hasta llegar al agua, en donde también fijaba con una base de hormigón las bombas de pistón. Asimismo, la fabricación y colocación del molino de viento hizo que carpinteros y herreros, que ya poseían una habilidad demostrada, como la exhibida en la fabricación de las ruedas de los carros de tiro, se capacitaran y especializaran también para tal fin.

Con la instalación de los motores diesel, que hicieron funcionar las mecanizaciones de los pozos, en sustitución de los molinos de viento, entró en juego un nuevo especialista: el herrero-mecánico. Casi todas las herrerías de Campos contaban con una persona capacitada para descender por los pozos hasta las bombas, las piezas que presentaban mayores incidencias de toda la instalación. Normalmente tenían a otro operario especializado con conocimientos de mecánica, para la instalación y reparación de los motores diesel.

La electrificación rural del municipio de Campos, junto con las nuevas técnicas de excavación de pozos, posibilitó perforar a mayor profundidad. Eso supuso un auge de los motores eléctricos y la aparición de las primeras bombas sumergibles, en detrimento de toda esta ingeniería instalada para la extracción de agua.

Por otra parte, el guarnicionero o talabartero (selleter) es la persona que trabaja diversos artículos de cuero o guarniciones para caballerías. Se puede imaginar la importancia que tuvo para el desarrollo rural, al estar tan ligado su trabajo con el mundo del equino. Es uno de los oficios antiguos que pervive gracias al nuevo rol de ocio y entretenimiento que ha tomado la figura del caballo. Lo mismo se puede decir del herrador (ferrador).

El harinero (fariner) también tuvo su importancia capital en el desarrollo de la sociedad. No solo en Campos, donde se llegó a contar hasta con 33 molinos harineros, sino también a nivel global.  En tierra de cereales, con una población en aumento y con el surgimiento de una ganadería que demandaba el consumo de harinas primero y piensos compuestos después, su función fue imprescindible. Eso hasta que la importación de harinas y el control del mercado por otros agentes marcó su declive.